
Desde Infoprestamojoyas hoy queremos compartir contigo un resumen del artículo «Educación financiera en la era digital: pagar con datos también es pagar» de María Alegría para El Español. En este portal divulgativo es más habitual que pongamos el foco en cuestiones relacionadas con la gestión del patrimonio (especialmente en joyas y otros objetos manufacturados con metales preciosos), pero lo analógico nunca debe estar reñido con lo digital. Y lo digital importa.
Seguro que eres consciente de cada interacción en internet genera datos que tienen un valor significativo, aunque a menudo imperceptible para los ciudadanos. Según un estudio reciente, se estima que el valor de los datos cedidos por un usuario europeo puede oscilar entre 241 y 536 euros al año, dependiendo de la red social y de su perfil. Estos datos, que son reutilizables, escalables y económicos de recolectar, financian, en ocasiones, modelos de negocio opacos liderados por grandes empresas tecnológicas. Estas compañías no solo recogen información explícita, sino que también infieren datos sensibles mediante algoritmos e inteligencia artificial.
Esta recopilación de datos masiva no solo tiene implicaciones económicas, sino que también influye en comportamientos individuales y decisiones colectivas, como se ha observado en casos como Cambridge Analytica, el Brexit o las elecciones en EE.UU. de 2016. Esto se logra a través de la «economía de la atención», donde las plataformas utilizan diseños persuasivos y «patrones oscuros» para mantener a los usuarios conectados, explotando sus emociones y reduciendo su capacidad crítica para compartir más datos de los necesarios.
Aunque La unión Europea ha implementado regulaciones como el Digital Services Act, el Digital Markets Act y normativas sobre inteligencia artificial, el ritmo legislativo es más lento que el avance tecnológico. Esto hace posible que las grandes plataformas eludan responsabilidades legales, fiscales y éticas, y que se generen, potencialmente, situaciones de competencia desleal en comparación con empresas europeas que sí cumplen con la regulación en vigor.
Ante esta asimetría tecnológica y legal, la educación emerge como herramienta clave. Es primordial una educación financiera y digital integrada que ayude a los ciudadanos a comprender el valor de sus datos, los riesgos del uso indiscriminado de plataformas y la necesidad de exigir transparencia y ética en la economía digital. El objetivo es formar ciudadanos capaces de tomar decisiones conscientes en un entorno donde el «precio» se mide en privacidad, libertad y soberanía.
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